jueves, 17 de septiembre de 2020

Del lado Inicial de las Aventuras

-¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.

-¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! -dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.

 Al igual que el emperador del cuento del maestro Hans Christian Andersen, los que asumimos la aventura de escribir nos sentimos constantemente tentados a presumir el majestuoso traje que usamos, a creer que es exquisito y que solo  lo pueden disfrutar las mentes ilustres. Este traje que es nuestra creación literaria a cual llamamos cuentos, poemas, novelas, etc., no es más que la transparencia de nuestro ser, el reflejo de nuestro interior y nada más. Sencillamente nos condena al desnudo, todo cuanto somos expuesto a los ojos del mundo sin ningún trapito que lo encubra.

 Y de hecho no puede ser de otra forma, no podemos pretender ser otros ya que hasta la cándida caperucita descubrió al lobo disfrazado de abuelita, es en nuestra identidad donde alcanzamos la fuerza de expresión. Entonces aquí estoy amigos míos, todo cuanto soy entero e indiviso con el afán ser y dar. Porque he vivido tengo algo que dar y porque tengo una voz tengo algo que decir, pero la expresión solo toma su verdadero valor cuando otro la percibe. Les dedico éste mi segundo blog a toda la gran familia literaria que me ha acogido tan afectuosamente y todo aquel que me brinde la oportunidad de ser leído.