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Sobre la Racionalidad

Desde niños en el colegio nos enseñan que el ser humano se distingue de los animales por la racionalidad. Provenga de un don divino o de un largo proceso evolutivo, es la racionalidad la que define a la humanidad; pero, ¿en qué consiste la racionalidad?, ¿cómo opera?, ¿existen capacidades de razonamiento superiores a otras?, ¿puede ser cultivada la razón para volvernos más humanos?

Los libros de texto de filosofía, que siempre parten desde los griegos como si fueran los primeros y originales pensadores, nos explican la racionalidad como una serie de procesos mentales lógicos, tales como la comparación, la inducción, la deducción, los silogismos etc. 

Sin embargo, ¿en última instancia, cómo saber si estos procesos mentales son correctos?, es decir, ¿qué hace valiosa esta actividad cerebral? La respuesta que los griegos daban era la virtud, asociada con la prudencia, el hábito de hacer las cosas de forma excelente. Pero hoy en día nadie habla de unos fines tan espirituales y todo se plantea en términos más materiales.

Con la modernidad, la racionalidad se evalúa a través del utilitarismo, que es una teoría ética fundada a fines del siglo XVIII por Jeremy Bentham, que establece que moralmente la mejor acción es la que produce la mayor utilidad. El concepto de utilidad se asocia con la idea subjetiva, individual o grupal de la felicidad. Entonces una persona que tiene buen uso de razón siempre busca obtener la mayor suma de utilidad posible, entre más mejor. 

Pero el razonamiento moderno estaría incompleto sin sumarle la lógica Costo-Beneficio, basada en el principio de obtener los mayores y mejores resultados con el menor esfuerzo invertido. Esto es similar a los planteamientos del hedonismo griego: procurar el placer evitando el displacer.

Hasta aquí todo nos suena familiar y coherente, unos señores europeos, primero griegos antiguos y luego los ingleses del siglo XVIII, logran desentrañar la esencia de la racionalidad y por ende de la humanidad. Sin embargo, esta lógica oculta ciertas ideas extrañas. Dicha forma de estudiar al ser humano es abstracta, saca el objeto de estudio fuera de su materialidad y de sus circunstancias concretas. ¿Qué dejan fuera?: Todo. La sociedad en la que viven, sus interacciones más cercanas, las circunstancias históricas, su geografía, sus creencias, su sexo, su color de piel, su forma de ganarse el sustento, su edad, (la lista es larga) , mejor dicho, dejan todo fuera del análisis. Su objeto de estudio es un individuo, unitario, un ser que es el prototipo de todos los seres humanos que han existido y que puedan existir. 

Si me preguntaran ¿qué queda para poder estudiar?, ¿el alma?, ¿la voz?, ¿los gases? La respuesta es que esa pretendida abstracción o universalización del objeto de estudio no puede ser realizada. No se puede hacer un análisis creíble de algo tan imaginativo. ¿Entonces cómo, en efecto, sí se hace? La respuesta siempre ha estado a la vista, sólo que no la queremos ver. El pretendido individuo universal, no es más que la observación de un individuo concreto, con sus circunstancias, sus miserias y sus dolores, perteneciente a una sociedad y a un tiempo, pero con la absurda y arrogante pretensión, de que todos los demás seres humanos sobre la faz de la tierra son iguales a él. Para los griegos el ser humano universal no es más que un varón, adulto, creyente en sus dioses y ciudadano, es decir, con los beneficios que le daba ser miembro de una clase privilegiada dentro de un imperio esclavista. 

Lo mismo pasa con ese hombre moderno universal, que no es más que la representación de un varón, adulto, heterosexual, blanco, de tradición cultural europea, miembro de una clase privilegiada dentro de un imperio colonial capitalista. Si miramos la racionalidad, ahora a sabiendas de que no son los procesos mentales de toda la humanidad, sino la de cierto sujeto representativo podríamos descubrir nuevas consecuencias.

¿Qué significa maximizar la utilidad-placer reduciendo los costos-sufrimientos para un hombre moderno dentro del sistema capitalista imperial?

La utilidad es siempre subjetiva, pero existe un bien que es capaz de satisfacer todas las subjetividades: el dinero. Esto es posible en un sistema donde todo es mercancía, es decir, todo se compra y se vende desde la energía vital y el tiempo de las personas, hasta todos los recursos sobre el planeta (incluyendo todas las formas de vida). Con el dinero se consigue casi cualquier cosa, satisface cualquier preferencia del hombre moderno. 

Por otro lado está el costo-sufrimiento que no será otra cosa que lo que tenemos que desprendernos para conseguir el dinero: energía vital y el tiempo (incluyendo nuestra dignidad) y el deterioro de todos los recursos sobre el planeta (incluyendo las formas de vida). Esta forma de pensar genera un mundo dual, lo que tenemos que dar para conseguir el dinero y lo que conseguimos con el dinero.

Costo Dinero Beneficio

Luego, el trabajo, el estudio, las relaciones sociales, la obediencia a las leyes y otras acciones humanas que hacemos a diario son un costo, un sacrificio, un sufrimiento inevitable que tiene sentido sólo por el dinero que puedan reportar en un futuro. 

Esta separación dualista nos recuerda a la dicotomía medios vs fines. Los medios sólo adquieren sentido por los fines y de ahí la máxima “el fin justifica los medios”. Y aunque ya nadie defiende esta idea en esta presentación, existen nuevas formas de decirlo. El Premio Novel Paul Krugman, en su famoso libro Fundamentos de Economía afirma: “El bienestar de una sociedad se mide por la capacidad que tienen los individuos de acceder a una mayor cantidad de bienes y servicios”. El consumo es el fin supremo, los medios son secundarios. 

Pero, ¿nunca se ha dudado de la “racionalidad” del hombre moderno?: Todo el tiempo. Pareciera que la humanidad contemporánea se caracteriza por infligirse más dolor que placer; las guerras, las crisis de todo tipo, el deterioro de la salud y las enfermedades producto del estilo de vida civilizado y la destrucción del planeta, evidencian que no somos tan racionales. El problema de la aparente irracionalidad la resuelven los teóricos occidentales básicamente desde dos perspectivas: 

La Primera: la racionalidad con información imperfecta, la cual dice que nuestra racionalidad es falible debido a que no contamos con toda la información para tomar la mejor decisión, la que maximice utilidad. Con los grandes procesadores y la tecnología manejamos más cantidad de información y por ende nuestras decisiones, aunque imperfectas, son cada vez mejores.

La Segunda: la racionalidad condicionada, que afirma que nuestro raciocinio es mal influenciado por factores no racionales como las modas, la presión de grupo, las creencias religiosas, las tradiciones culturales, el deseo de aceptación por los demás, etc., es decir, en la medida en que se superen toda esta serie de prejuicios y obstáculos sociales, el ser humano será más racional. 

Estas posturas no critican el concepto de racionalidad que acabamos de discutir, sólo tratan de dar justificaciones externas a las consecuencias negativas de la racionalidad.

Yo no pretendo dar la definición correcta de la racionalidad humana, porque tampoco pretendo dar una definición de la esencia humana. Esta forma de representarse el mundo ha traído tantos problemas que es necesario tratar de salirse de esas lógicas. Un camino que he encontrado es buscar las consecuencias de suprimir ciertas ideas básicas como la dualidad entre medios y fines o lo mismo Costos y beneficios. 

¿Por qué se hace la guerra y la dominación en nombre de la paz y la libertad? ¿Si buscamos el conocimiento y la verdad universal, por qué se eliminan o excluyen los conocimientos de otras culturas? ¿Si queremos eliminar la pobreza por qué se privilegia y salvaguarda los intereses del capital? En otras palabras, ¿cómo podemos seguir ciertos fines a través de medios totalmente opuestos?

En la lógica moderna, un asalariado tiene que entregar su trabajo (costo) para obtener un beneficio (el salario), el trabajo es un sacrificio, un displacer, el trabajo lo hizo Dios como castigo, etc. Aquí no aparece el asunto de la vocación, la realización de una persona al alcanzar la excelencia, no hay placer en el mecánico, ni en el médico, ni en el profesor ni en ningún oficio al realizar su actividad productiva; su sudor sólo adquiere sentido cuando llega fin de mes.

Algo similar pasa con el estudio. Todos los años de educación primaria, secundaria y universitaria son vistas como un medio para alcanzar el bien superior: un ingreso monetario, un salario o una renta. O acaso no hemos oído en varias ocasiones y hasta lo hemos repetido eso de “para qué se estudia tanto si pagan tan poquito”.

El trabajo visto como la realización de la capacidad creativa y transformadora de la realidad, que permite el desarrollo de las potencialidades del ser humano es en sí mismo un beneficio. Esto se hace evidente para los artistas (sobre todo en un país como Colombia) quienes buscan seguir su vocación y alcanzar la maestría en su arte sin importar que sus ingresos sean muy bajos, claro que esta lógica no les gusta mucho a los padres. Los fines principales ya no están en el tener (dinero, lujos, poder); sino en el ser (agricultor, enfermero, miembro de una comunidad, amante, madre, etc.). 

Lo que propongo es revalorar nuestra vida misma, nuestros sueños y anhelos, ver todo desde una óptica que supere el fetiche del dinero y las lógicas costo-beneficio, es hallar sentido en otras cosas y abandonar la idea de que el consumo como equivalente a la felicidad. ¿Cuáles serán los nuevos intereses, medios y metas? Tenemos inevitablemente que asumir la responsabilidad de definirlos y buscarlos.


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